UNA ETICA DE SOLTERO
Claudio Godoy y Luis Darío Salamone
"...tenía la impresión de que, si había dejado escapar a las mujeres,
era porque así lo había querido".
"La norma es que, alrededor de los veinte años, el hombre ha de ponerse anteojeras, para que luego, en el curso de la vida, vaya siempre derecho como un bruto"
Henry de Montherlant . “Los solterones”
El 21 de septiembre de 1972 moría el escritor Henry de Montherlant como consecuencia de un doble suicidio (cianuro y un disparo), dejando así un lugar vacante en la Academia Francesa, que será ocupado Claude Levi-Strauss. Esta ocasión suscita un comentario de Jacques Lacan en su intervención en el programa televisivo “Un certain regard”, luego recogida en el escrito titulado “Televisión”, de 1973.
Nuestro interés es situar algunas cuestiones de la dimensión ética allí en juego. Cabe señalar entonces que el nombre del escritor es mencionado en dos oportunidades por Lacan: primero en relación a lo que denomina "una ética de soltero" y segundo, con respecto al suicidio. Este último, en tanto "único acto que tiene éxito sin fracaso", nos permite pensar el triunfo del no querer saber nada, o sea el verdadero logro de la represión, tal como lo plantea Jacques-Alain Miller. Este rechazo del saber nos lleva a considerar la articulación que implica con la posición subjetiva antes referida. Esto nos permitirá abrir algunas consideraciones más amplias en torno a la figura del "solterón" únicamente en su vertiente masculina, dejando para otro trabajo las particularidades femeninas de las "solteronas".
1- Montherlant: De los solterones a las muchachas.
Entre 1930 y 1939 Montherlant escribe “La rose de sable”, “Les célibataires” y la tetralogía de “Les jeunes filles”. En el prefacio de la primer novela nos indica que ensaya "crear personajes que no sean otra cosa que yo mismo". Así el teniente Auligny en “La rose...” se resiste al matrimonio y la paternidad, su amigo Guiscart le escribe "No sabemos qué hacer del amor de las mujeres; más aún, nos fastidia...nos invade, nos engaña y nos idiotiza. Pedimos a una mujer que, fuera del abrazo, sea una compañera complaciente, fiel y de buen humor, que sepa guardar lugar, que nos deje libertad de espíritu y libertad de movimientos, en una palabra, que nos deje en paz". Guiscart era un particular Don Juan, descartando a las mujeres se le imponía un deber: el principio de la multiplicidad de estas, a través del cual buscaba su denigración. Sus normas de vida giraban alrededor de la ausencia de responsabilidades, para él los actos no cuentan.
En “Les célibataires” (Los solterones), el barón Octavio de Coetquidan, a los 64 años permanecía virgen, el conde León de Coantré elegía como amantes a costureras, "mucamitas", lavanderas o libertinas. No buscaba aventuras con las mujeres, primero por que su ropa interior no estaba limpia y segundo porque no lo deseaba. Consideraba repugnante al matrimonio, solo se desposaría sin ceremonia, sin invitados, sin regalo y sin testigos. Elías de Coetquidan se estimaba sexualmente nulo, al llegar a la mayoría de edad "seguía creyendo que las mujeres tienen los mismos atributos delanteros que el hombre". En la oportunidad en que una se le sentó en la rodilla la acarició pero no tuvo deseos de proseguir, el acto acarrearía complicaciones y ataduras, lo cual implicaba pagar demasiado caro por lo que no deseaba. A León lo hacia feliz una vida "desligada de todo pensamiento, de toda preocupación, de toda coyuntura social, de toda responsabilidad". Pero a veces la evitación fracasa, "para los solterones el mundo es un globo suspendido en el extremo de un elástico: aunque se complazca en enviarlo lejos el globo vuelve a ellos con presteza", entonces en el horizonte de estos personaje se dibuja el rechazo definitivo de un posible suicidio.
Montherlant mismo plantea para el artista la necesariedad de evitar los lazos difíciles de modificar, consagrándose defensor de la soltería, de los bastardos no reconocidos, de los viajes imprevistos, que como Costals, en su novela “Les jeunes filles”, le permite esquivar burlonamente todo compromiso. La vida aparece marcada por la inanidad y la simulación, planteándose la búsqueda de la felicidad por todos los medios, afirmando que la vida es sueño y los actos vanos. El no se engaña sobre el amor, no es un incauto. Puede reirse de la ausencia de relación sexual, pues sabe mantener a distancia al Otro sexo. Este particular lugar que el escritor deja a "las muchachas" es lo que lo mantuvo en su orientación hacia los muchachos, atracción que fecha en los 12 años, denominándolas "amistades particulares". La pederastía será entonces prácticamente una constante en su vida.
2.- La soltería como destino.
No ha habido -hasta el citado comentario de Lacan- demasiados trabajos psicoanalíticos sobre esta temática. Cabe hacer la excepción con el notable trabajo de Eduard Hitschmann, de 1931, titulado “Acerca del Célibe, El "Neurótico Desconocido”". En este trabajo el autor se interroga por la causa de la soltería, despejando la diversidad de argumentaciones que procuran velar la dimensión sintomal y la compulsión inconsciente que constituye su destino; de ahí la calificación de "neurótico desconocido" que le otorga. Alegan que no quieren casarse, elevan esta supuesta elección a un estilo de vida, escamoteando la impotencia a la cual se verían enfrentados. Señala así alguno de los argumentos más insistentemente esgrimidos: "El mismo declara que persevera voluntariamente en su soltería, que ha renunciado definitivamente a casarse o que no encuentra en concreto a la mujer apropiada... Los célibes alegan una gran cantidad de motivos que no son determinantes, y a menudo tan solo aparentes". Entre estos motivos ubica los problemas económicos, el ser necesarios para su madre o una hermana, la falta de tiempo, la ausencia de oportunidades para conocer a alguien, el no encontrar la mujer de sus sueños, el no poder soportar la fidelidad o el estar enamorado de la mujer de otro. Hitschmann comenta de que un solterón "especialmente tosco y taciturno se refirió al hecho de que una vez había amado a una dama, pero que esta murió". Así prefirió quedar casado con la muerte, que idealizando a la Dama -al mejor estilo del amor cortés- le permitió sustraerse de la confrontación con la mujeres.
De esta manera pueden situarse ciertos rasgos éticos que se desprenden de esta posición subjetiva: cierto cinismo, pesimismo a veces oculto tras una impostura jovial, sarcasmo y decepción.
Estos interesantes planteos del psicoanalista vienés pueden quizás deslizar la creencia errónea de que el matrimonio sería la solución propuesta por el psicoanálisis. Lejos de esto, como lo plantea en un artículo reciente Eugenio Castro, "la obligación ética del psicoanálisis será hacer entrar al solterón vulgaris en la perspectiva del desciframiento de otro goce que no sea el solitario".
3- El solterón kantiano.
Volviendo a la referencia lacaniana a Monthelant, consideramos que tiene su valor no sólo por el escritor en sí mismo, sino en relación a la filosofía de Kant. ¿Pero cual es el punto de convergencia? La ética kantiana, que se afirma en la universalización de la máxima de la acción como imperativo categórico, se sostiene en el valor del para-todos. Precisamente, una ética de soltero se ubica del mismo modo: como un para-todos los hombres, realizando un impasse sobre el Otro sexo. Al respecto de esto ya Freud situaba que "habría que ocuparse de la posibilidad de que haya algo en la naturaleza de la pulsión sexual misma desfavorable al logro de la satisfacción plena". Esto situaría un punto de imposibilidad a alojarse en la relación entre los sexos. Algunos sujetos buscan una solución en el anclaje en un momento anterior a la verificación de dicho punto, se detienen en una impotencia encubierta. Esto puede manifestarse en evidentes formas de rechazo a las mujeres o bien, bajo un sesgo solapado, saltando de mujer en mujer como modo de estar a salvo de una. Lo que queda así asegurado es su encierro en un universo fálico masculino.
Frente a eso, la ética del psicoanálisis opone al todo-hombre del solterón-kantiano un bien-decir que, lejos de la universalización, se oriente a la causa particular de cada sujeto, confrontándolo con lo imposible de escribir de la relación sexual, despertando un deseo de saber. Pues si la ética de soltero conduce a la extinción del deseo, en el caso paradigmático de Montherlant, para quien lo que vale es la felicidad por todos los medios, se revela que ésta solo es la del falo. Una decisión en torno al deseo no supone una promesa de felicidad, ya que conlleva la falta de la castración e implica un no ceder ante la imposibilidad sino un hacer con ella.
Si dichos populares tales como "el buey solo bien se lame" o "mejor solo que mal acompañado" traducen algo de la ética del soltero, podemos concluir estas líneas señalando que dicha posición pueden llevar a la ilusión de que la verdad y la felicidad se "casan" en el falo.
Bibliografía:
Lacan, J. Psicoanálisis. Radiofonía y Televisión. Ed. Anagrama, 1977.
Miller, J.- A. Psychanalyse & Psychothérapie."Psychoterápie et psychanalyse". Diffusion Navarin Seuil, 1992.
Miller, J.- A. Les responses du reel. Cours 11-1-84. Inédito.
Miller, J.- A. Du symptome au fantasme. Cours 19-1 y 3-6-83. Inédito.
Montherlant, H. La historia de amor de la rosa de arena. Ed. H. de Tirso, 1956.
Montherlant, H. Los solterones. Ed. Sur, 1956.
Montherlant, H. Les Jeunes filles. Ed. Gallimard, 1983.
Sipriot, P. Montherlant. Ed. du Seuil, 1975.
Freud, S. "Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa", en Obras Completas, T. XI, Ed. Amorrortu.
Hitschmann, E. "Acerca del célibe, el `Neurotico desconocido'", en Finisterre freudiano, Nro.4, diciembre de 1993, Ediciones Eolia.
Castro, E. "La verdad del analista solterón", en Finisterre freudiano, ob. cit.
Muy interesante!
ResponderEliminarHablamos de la soltería sin género o sólo se trata del hombre?
ResponderEliminarInteresante , Gracias .(MLS)
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