PRÓLOGO DE MÓNICA TORRES A “LA AVENTURA DE UN ANÁLISIS” 
DE LUIS DARÍO SALAMONE



LAS AVENTURAS DE UN CHINO EN CHINA.

El sueño (autor de representaciones),
 En su teatro, sobre el viento armado,
Sombras suele vestir de bulto bello.
Luis de Góngora.

Este prólogo comenzó, sin que ni Luis ni yo lo supiéramos, claro, en Córdoba en el 2008.
La contingencia quiso que en ese año, coincidiera mi presidencia de la EOL con sus primeros testimonios, luego de la nominación.
Yo no lo conocía mucho, porque Luis, cosas de su magia, a veces aparece y a veces desaparece… 
Pero sí había escuchado su primer testimonio y había descubierto una pasión común por los relatos, las ficciones, el cine, la literatura. Por ese borde entre ficción y real siempre atractivo y a veces engañoso. Esa curva asintótica entre algunas ficciones y lo real.
Retomo. Nos fuimos, pues, a Córdoba. Y volví a escuchar, volví a reconocer las atmósferas, los miedos y los descubrimientos de la infancia.
Lo releo ahora y experimento la misma solidaridad de discurso. La transferencia que provoca un modo de gozar que evoca el propio.
Los buenos relatores suelen subyugar a su auditorio. 
En fin, que en esa peculiar aventura el tiempo se detuvo por algún problema de aviones y aeropuertos… 
El título de este prólogo vino a mí con certeza en otro vuelo…Las aventuras de un chino en China. Eso sólo, recordé.
Por supuesto, Luis había leído la novela de Julio Verne (Las tribulaciones de un chino en China) publicada por primera vez por el diario francés Le temps y por entregas entre julio y agosto de 1879.
A mí me evocó la película que Philippe de Brocca dirigió en 1965 con Jean Paul Belmondo como protagonista. Ni él era chino ni transcurría en China, según recuerdo. En verdad es un recuerdo vago: no sé ni quiero saber el final. Tampoco quise verla otra vez.
Pero algo de esa evocación reavivó en mí lo que experimenté siguiendo los primeros testimonios de Luis.
En la novela de Verne y en su versión cinematográfica, un hombre hace un pacto para que su mejor amigo lo mate, ya que no logra el coraje necesario para suicidarse. Es a cambio de una herencia, ya que este hombre es tan desdichado como rico.
Pero una vez concertado el pacto, el protagonista descubre que quiere vivir. Y comienza a huir de la muerte en sus alocadas aventuras.
Y de esa lucha entre lo más vivo y la muerte nos habla Luis en sus primeros testimonios.
Allí están, la idea del suicidio, las huídas, la cita con la muerte y la salvación en sus “noches de circo”, en los relatos del abuelo. Magia, expectativa, excitación, terror…
Él lo relata de tal modo que nosotros podríamos estar con él en ese circo, niños asustados y deslumbrándonos a la vez ante la magia de la equilibrista. El hipnotizador cortando a la hermosa chica por la mitad o haciéndola flotar, la amenaza de castración. El recuerdo infantil que une la muerte con el amor.
Fue inolvidable para mí la referencia al pánico que produjo Orson Welles relatando por radio La guerra de los mundo de Herbert Wells. De hecho creí que era algo así lo que pasaba cuando vi por televisión el atentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001… es una ficción, aseguré, como la de Orson Welles…
Pero estaba y está el desierto de lo real.
En otro de sus testimonios nos habla Luis de la figura de Guevara como aventurero. Recuerdo haber visto en la Portrait National Gallery, una exposición de los aventureros de la historia. Héroes románticos como Lord Byron… me sorprendió encontrar al final del recorrido el retrato del Che, que inmortalizó el fotógrafo Alberto Korda (la foto fue tomada el 5 de marzo de 1960).
Es el retrato más reproducido del Che y quizás de la historia de la fotografía. Y así quedará en la memoria, héroe bello y ofrecido al sacrificio…
Luis cita el texto de Jean Paul Sartre y Roger Stéphane: Retrato del aventurero: “Leyendo sus postulados nos damos cuenta de que el Che no vivió la revolución como una militancia, sino como el desempeño de una aventura (…) No se aferró al poder, pero ese fue su empuje, coalescencia entre el deseo y el goce, que lo llevó a la muerte”.
Más allá de lo que Guevara signifique para mí, tomaré esta referencia como metáfora de los primeros testimonios de Luis y el relato de sus aventuras, exponiéndose, en los bordes de la vida, fascinado por el héroe romántico que, en general, desde Guevara a Houdini, termina con la muerte.
De allí los títulos de sus primeros testimonios: Morir ahogado, los que fracasan antes de triunfar, una felicidad sin esperanza, el que tiene sed.
Sin embargo, Luis no sólo recorre los caminos del fantasma. En la aventura de su análisis y de su vida encontrará otras soluciones por la vía del amor y del amor al sinthoma.
A lo único que puede serle fiel un hombre es a su síntoma. Es el título de otro de sus testimonios. Nos habla allí de su solución sinthomática por la vía del amor, cuando consiente a emprender un viaje compartido con una mujer, su partenaire- síntoma. ¿Es para “toda la vida”? ¡Como saberlo! No hay garantías. 
Mientras dure, que sea eterno…
Los encuentros tienen siempre algo de aventura, de invención. Pero también la aceptación de “una felicidad sin esperanza”…
Aquel niño tan enredado en los hilos  que entretejían la magia con la muerte, ha logrado un estilo de vivir la pulsión compatible en la vida.
Un modo de goce que está del lado del alegre saber.
¿Se ha apagado la sed de Luis? No lo creo. Pero esa sed es ahora entusiasmo y deseo  de trasmitir ese entusiasmo. Él me invitó a escribir el prólogo de sus testimonios porque compartimos ese entusiasmo. 
Todo testimonio de un AE es único y singular. Pero quiero subrayar en éste la decisión de no retroceder, no renunciar a su estilo, a su amor por las excursiones literarias, cinematográficas y a sus referencias, a la cultura popular, y eso con la amabilidad de escucharnos a todos e incluir apreciaciones y comentarios en el próximo testimonio. Y a la vez conservar la alegría y estando siempre despierto para la aventura de la vida.
Como dice Eric Laurent, comentando su último testimonio, se trata de “animar ese matema aparición-desaparición”.  
Y eso pasando por la maquinaria de la-lengua, una maquinaria muy complicada en su caso, dice Eric.
No son tan extrañas para mí, que comparto con él la fascinación los cuentos, las historias de amor y aventuras.
¿Nos hechiza Luis?
Sin duda. Pasamos por ahí con él. No sería divertido de otra forma. Ni para él, ni para nosotros. 
Él nos contagia su deseo y luego se escapa, lo encuentra uno allá y en otro lugar y en ninguno.
Y lo pierde…y lo re-encuentra.
Recuerdo vivamente la impresión que me produjo su primer testimonio y también la del último.
Y recuerdo también, pueden ustedes leerlo, el punto que Eric dejó abierto.
Hay algo que contrasta el último testimonio, con los dos primeros: no se ve claramente donde está el partenaire.
Hay un misterio, a través de todos los hermosos relatos que nos regaló durante esos tres años.
Más allá de esos matemas animados, de su peculiar versión de Sherezade y sus cuentos de las mil y una noches, nos dice en este último testimonio que ha conseguido una relación directa con el cuerpo del partenaire. Así, sin más cuentos, lo que devela a una sala colmada y jubilosa es que ese amor nuevo sería posible.
Y agrega Eric: “me parece que este ha sido el último truco de Luis Salamone” y aplausos.
Y así terminó Luis sus tres años de testimonios. Pero no su interés por otros cuentos, otras fantasmagorías sobre el amor, las adicciones, la locura y la muerte. Y también por el punto que toca lo real.
Sigue hablando y escribiendo en la Escuela y en otros sitios, sigue sorprendiendo a unos y asustando un poco a otros.
Como el protagonista de la película de Philippe De Brocca, que ni es chino ni estuvo en China…
De ahí que mi título es más absurdo que metafórico.
Aún leyendo cada uno de estos testimonios y viendo las peculiares soluciones que fue encontrando en la vida, en el análisis y en el proceso mismo del pase, nada nos dará la llave de sus aventuras.
Porque hay palabras, hay actos en él, y  en cada uno de nosotros que están “en chino”, como podríamos decir popularmente. Aquello que es letra y que no remite a ninguna significación.
El viajero incansable, el aventurero sediento seguirá, sin embargo, produciendo nuevas ficciones, nuevas felicidades. 
También nuevos encuentros contingentes con lo real. Como en su primer testimonio, un encuentro con lo real de la castración y de la muerte.
Quien, sino él, se hubiera permitido poner como título “la aventura de un análisis”. Es esa singularidad la que he querido subrayar.
Si no hubiera puesto esa palabra en su título, le esperaba al lector la letra muerta que no celebraría.
Con Luis Salamone la cosa es, sin duda, una aventura.
¡A aventurarse, pues!  Porque si la vida transcurre entre rutina e invención y sin aventuras… sólo habría la rutina del aburrimiento.
Lo seguiremos, entonces por sus bordes. A veces diremos, ¡es demasiado! Otras veces reconoceremos una pista…
Sólo leemos a alguien porque está la pasión, el deseo. Ese deseo nunca en reposo que los analistas reconocemos bien.
Porque ha sido Jacques Lacan quien nos lo ha trasmitido.


Mónica Torres, Junio de 2016   

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