¿QUÉ ES UN PADRE?
1- Un significante primordial.
Según Jacques Lacan la pregunta ¿qué es ser un padre? se encuentra en el centro de la interrogación freudiana, tanto en su doctrina como su propia vida. Freud se preocupó por delimitar el papel que le tocaba al padre en el concierto del Complejo de Edipo. Procuró dar cuenta de su lugar en varios trabajos, entre ellos en “Tótem y Tabú” y en “Moisés y la religión monoteísta”. Pero también podemos encontrar esta pregunta en sus sueños y otras confidencias. Lacan, por su parte, va a ubicar al padre claramente en la realización del Edipo y formalizar su intervención. Aclarando que, copular con una mujer y que esta quede embarazada para finalmente dar a luz, nunca podrá dar cuenta de la noción de qué es ser padre.
Se trata de un problema que concierne a todo neurótico y a cada sujeto en su infancia “¿Qué es un padre? Esta pregunta es una forma de abordar el problema del significante del padre, pero no olvidemos que también se trata de que los sujetos acaben convirtiéndose a su vez en padres.” Plantearse la pregunta es algo distinto a ser padre. Acceder a la posición paterna será una búsqueda que en punto quedará incompleta. Lacan afirmará que nadie ha sido padre por entero, que sólo puede suponerse que en alguna parte alguien pueda cumplir con esa posición plenamente.
Para dar lugar a esta pregunta es necesario tener en cuenta la categoría del significante. Será necesario un efecto retroactivo para que la noción de ser padre, gracias al intercambio cultural, haya logrado el estatuto de un significante primordial.
A partir de la enseñanza de Lacan el “nombre del padre” es la referencia ineludible si queremos captar de que se trata de ser padre. En principio lo ubicará como soporte de la función simbólica y jugará con la homofonía francesa entre el nom du père y le non du pére, es decir entre nombre del padre y el no del padre. Dando cuenta de que esa función simbólica introduce algo del orden de la prohibición. La función guarda relación con esa ley capaz de separar del objeto primordial que resultaría alienante.
En el seminario sobre Las Psicosis quedará determinada su importancia fundamental cuando coloque las palabras con mayúsculas y entre guiones. El Nombre-del-Padre será determinante en la estructuración del sujeto. Su ausencia dará cuenta de una estructura psicótica. Así el Edipo freudiano pasará a ser leído a partir de la Metáfora Paterna, en la cual el significante deseo de la madre será reemplazado por el Nombre-del-Padre
El Nombre-de-Padre será un significante que le otorgará identidad al sujeto y haga de carretera principal hacia el encuentro con el otro sexo. La función de significante primordial es lo que le permite agrupar en un haz a las significaciones. El significante, al polarizar, crea el campo de las significaciones.
Este significante primordial está en suspenso en la crisis inaugural que lo lleva a Schreber al desencadenamiento psicótico. Cuando no hay carretera principal nos encontramos con senderos que se bifurcan, con caminos que se siguen como se puede o en los que simplemente se vagabundea. En el delirio el sujeto psicótico emprenderá la posibilidad de compensar por una vía restitutiva el fracaso de la metáfora.
La eficacia de la función paterna se verificará en la medida en que se instaure el mecanismo de represión, asegurándole al sujeto la entrada en el campo de la neurosis. Así el final del Edipo guarda relación con la instauración en el inconsciente de la ley.
Aunque siempre habrá fallas. De toda forma permitirá otorgarle una respuesta al enigma por el deseo de la madre, ubicando al falo en escena, abriendo así la significación fálica y posicionando al sujeto con relación a la falta.
Lacan dirá que el único lugar donde puede ser respondida validamente la pregunta por el padre está determinado por la tradición. El padre encuentra su síntesis en la tradición religiosa, es de ese terreno que tomará el significante que le permitirá dar cuenta de la función paterna.
Si bien la ciencia pretende poner en jaque al antiguo adagio Pater semper incertus, no acostumbra a ser la realidad, si no más bien la fe lo que garantiza la atribución de un hijo a su padre. De hecho ha sido en la religión donde se distinguió claramente al progenitor de la función paterna, y es desde ese campo desde donde se nos ha enseñado a invocarlo.
2- Lectura ambientalista del padre.
Cuando Lacan precisa en qué consiste la metáfora paterna rompe con lo que podemos llamar una lectura ambientalista del padre. Se acostumbran a poner en juego observaciones que no llegan a captar la verdadera función paterna. Se habla frecuentemente de la ausencia o de la presencia del padre. De que es demasiado bueno o demasiado malo. O bien que los padres no se entienden o se pelean. Se analiza la forma que toma la carencia paterna: el padre trabaja mucho o viaja seguido. Del otro lado hay un exceso de presencia, era la época donde el padre terrorífico resultaba lesional. No tardó en decirse que el problema era cuando el padre resultaba ser demasiado amable. Lacan nos hace una lista: “Están los padres débiles, los padres sumisos y los padres sometidos, los padres castigados por su mujer y, finalmente, los padres lisiados, los padres ciegos, los padres patituertos, todo lo que ustedes quieran.”
Esta lectura ambientalista no permite captar la verdadera dimensión de la problemática. Llama la atención como aún luego de estas precisiones los analistas insisten en datos biográficos tomando la cuestión de la presencia o ausencia en el sentido físico, ubicando la cuestión en el plano de la realidad más ordinaria. Al escribir la fórmula de la metáfora paterna vemos que esta no se presta a ninguna caracterología del padre.
El padre puede existir sin estar. Sin embargo esto no llama a la prudencia de los psicoanalistas cuando se describe una mirada ambientalista sobre el lugar del padre. El padre puede ser hablado por la madre, es decir ser un ser de lenguaje.
Lo que cuenta no es que el padre o la situación familiar resulte normal, cosa que por otra parte resulta difícil de precisar en qué consistiría, sino que el padre resulte normativizante. Lacan nos dirá que los investigadores no han pecado por lo que encuentran sino por lo que buscan. Han confundido el padre normal con el padre normativo. Es verdad que un padre que no sea un poco normal puede resultar muy desnormativizante, pero una cosa es la normalidad del padre y otra su función normativizante en el Edipo.
El padre no interviene como un personaje real, sino como provisto de un derecho. No es necesaria su presencia física para otorgarle el carácter simbólico necesario para operar. Por supuesto que resultará fundamental el lugar que ocupe en la madre. Lacan pone el ejemplo de cómo puede llegar a intervenir realizando una llamada telefónica. Aunque en ocasiones sucede que la madre no lo atienda o le corta el teléfono. Y no nos referimos a una cuestión simplemente ambientalista. Se trata de algo simbólico, como el padre. La cuestión es cuando es llamado y no hay respuesta posible. Cuando “...al llamado del Nombre-del-Padre responda, no la ausencia del padre real, pues esta ausencia es más que compatible con la presencia del significante, sino la carencia del significante mismo”.
3- Registros del padre.
Al igual que sucede con otros términos resulta conveniente para ser precisos utilizar la herramienta lacaniana de los tres registros. Muchos de los problemas en los que se incursionan tienen que ver con un aplastamiento de los mismos, particularmente de lo simbólico a lo imaginario, o con no captar lo que se juega en lo real.
El padre que hemos articulado a la ley remite al padre simbólico. Es el Nombre-del-padre, mediador del mundo simbólico y su estructuración. Se trata del padre explorado por Freud en “Tótem y Tabú”, ese padre muerto que una vez desaparecido opera en la obediencia retroactiva y que, castración mediante, limita y a la vez orienta el deseo del sujeto.
El padre imaginario es aquel del que tenemos noticias en los análisis con múltiples anécdotas construidas a partir de sus virtudes u horrores. Es en relación con el que se juega la agresividad, la identificación, la idealización que lo lleva al sujeto a la identificación al padre. Se encuentra integrado en el soporte de la relación con los semejantes, en el fundamento de las relaciones libidinales y agresivas. Puede ser el padre terrorífico, que no tiene necesariamente que coincidir con el padre real, sino que se amasa con los fantasmas que se despejan en el análisis.
El padre real resulta un tanto más difícil de explicitar, precisamente por la interposición de esos fantasmas y la relación simbólica. Siempre lo real es lo más difícil de captar, y siempre hay que tener en cuenta la evolución que ha tenido el término en la obra de Lacan. En “La relación de objeto” es el padre real a quien le atribuye una función destacada en el complejo de castración. Resulta esencial en la asunción de la virilidad y en el acceso al deseo sexual.
En 1970 Lacan llegará a afirmar que el padre real es un espermatozoide, quizás sea un chiste, ya que nadie supone ser el hijo de un espermatozoide. El chiste lacaniano del padre, así como el padre de la horda es el chiste freudiano.
Cuando Lacan habla del padre del pequeño Hans nos muestra que se trata de una buena persona, discípulo de Freud, preocupado por la fobia de su hijo, Hans lo quiere mucho y no teme de él algo así como la castración. El inconveniente es que el padre, por el contrario, parece estar obstinado en no ejercerla.
Recordemos que el psicoanálisis no opone la ley al deseo, por el contrario. Si la madre está interdicta para el niño esto es porque el padre la toma como causa de deseo, no se trata de que la sexualidad sea lo prohibido. El padre orienta, se convierte en una herramienta, al mostrar como la ley se humaniza. Una ley que es la condición del deseo y del amor. A partir de entonces dependerá como el sujeto se las arregla con eso. Lo cual tendrá que ver con lograr pasar de la posición neurótica de hacer como que esa falta no existe al saber hacer con la falta.
4- Los padres de hoy.
El deseo de tener un hijo es algo inherente a las mujeres, a su relación con el falo. Es lo que generalmente termina haciendo de una mujer una madre. Aparece raramente en el hombre, como en el caso de un analizante histérico que, detrás del “estamos embarazados”, reconocía la realización de un fantasma de embarazo en el que entretejía su interrogante neurótico. Esto no quita que el hombre aparezca en un segundo momento, que ame a su hijo, y que acompañe el deseo de la madre hasta el momento en que opera como padre, el tiempo de la interdicción.
En muchos casos esta estructura se mantiene. A veces los analistas caemos en el error que criticamos y terminamos realizando generalizaciones. Si bien es verdad que los tiempos cambian en general llegan sujetos con las problemáticas descriptas por Freud o Lacan. Sin embargo hay casos donde lo nuevo nos obliga a ponernos al día.
Es verdad que lo social se ha ido trasformando y como lo plantea Eric Laurent: “Ante estas reorganizaciones tan rápidas, el psicoanálisis –y su discurso sobre el padre y la madre- es convocado en formas diversas.” Lacan, desde sus primeros trabajos, se interrogó por los efectos de la declinación social de la imago paterna, cuestión que implica una crisis psicológica, a la que tal vez se relacione el surgimiento del psicoanálisis.
Con los exámenes genéticos, la ciencia viene a demostrar que el padre ya no es incierto. Es verdad, pero todavía nos son tantos los sujetos que se han realizados análisis de ADN, quizás en el futuro sea una práctica regular, hoy son excepciones.
De todos los frentes se proclama la caída del padre. La soberanía del antiguo patriarca ha declinado. La familia autoritaria en el viejo sentido ha mutado, la autoridad parental es compartida. Esa distancia habitual entre padre e hijo que implicaba un respeto absoluto ya casi no se juega en nuestra cultura. “Me cuesta pasar de estar jugando con mi hijo a que este acepte que el juego se terminó y poder ponerle los puntos”, afirmaba un padre de hoy, desconcertado por haber tenido un modelo diferente. El matrimonio, por otra parte, se encuentra en constante declinación, “es tardío, meditado, festivo o útil, y a menudo está precedido por un período de unión libre, concubinato o experiencias múltiples de vida en común o en soledad.” En ocasiones las parejas deciden no ser padres o conciben hijos al margen del lazo matrimonial. El divorcio nos muestra que las cosas están lejos de ser para toda la vida. Concordamos en un punto con Roudinesco en su libro “La familia en desorden”, estas cuestiones muestran desórdenes que no son nuevos, sino que más bien se manifiestan de manera inédita. Pese al pesimismo de los psicoanalistas todavía hay casos en los que la ley ocupa un lugar en el Otro.
Por otra parte alcanza con leer los casos de Freud y otros psicoanalistas para darse cuenta que el padre nunca estuvo a la altura. Incluso se puede repasar un poco la historia de la humanidad. ¿No corremos el riesgo, los psicoanalistas, de quedarnos con una versión imaginaria del padre, de un padre decadente, como aquella a la que hacen referencias los neuróticos en sus tratamientos?
Luis Darío Salamone
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