ENTREVISTA A ERIC LAURENT POR LUÍS DARÍO SALAMONE

L.D.S. : ¿Porqué ha fracasado el modelo de la "guerra contra las drogas" tal lo cual lo planteó en una entrevista que publicamos en Pharmakon 12?

 E.L.:  Lo mejor,  para  entender esto es ver todos los episodios de la serie de HBO “The Wire” realizada por David Simon. Es una descripción terrible del impacto de las drogas y de la guerra “contra ellas” en la ciudad de Baltimore.  Revela la ruina de la desindustrialización, el abandono de las poblaciones, la transformación de la supuesta lucha anti-drogas en un sistema de gestión represiva del desastre. Se ve hasta que punto controlar la circulación de las drogas se vuelve una guerra contra los pobres. Lo que la penalización produjo fue el crecimiento exponencial de la población carcelera en los EEUU. Es el pais que tiene la población carcelera la más alta del mundo.  Esto produce una saturación masiva, tienen un 80% de personas que tuvieron alguna relación con la droga, desde los simples consumidores hasta los dealers de todo tipo,  los pequeños y los gordos. En razón de este encarcelamiento masivo, actualmente un niño negro americano tiene menos chance de ser educado por sus dos padres que en los tiempos de la esclavitud. Es una fórmula muy sorprendente para América que siempre sangra por las heridas de. lo que fue la esclavitud. Es una segregación que se aplica de hecho sobre los negros americanos e influye fuertemente en esta criminalización loca.

L.D.S. :¿Si bien ese modelo ha fracasado porque será que en la mayoría de las políticas y de los tratamientos implementados hay una apuesta a la represión?

E.L. :  El fracaso de la guerra “ War on drugs” es reconocido por todo el mundo. Y al mismo tiempo todo el mundo ve que la legalización sin freno, provocaría un “empuje a la muerte” tan grande como la prohibición. Son las dos caras del superyó. Es tanto el gozar sin límites como el zéro-tolérance lo que produce las dos caras de un mismo llamado a la muerte. Este empuje a la muerte se verifica, se encarna especialmente bien con la droga, que va con el tráfico de armas, que va con la muerte. En lo que respecta al lazo entre la droga y la muerte no hay más que ver el Cartel Zeta en Méjico. Las abominaciones que se cometen en el control de las zonas de droga sobrepasan incluso los crímenes racistas. Hay allí un horror de la pulsión de muerte que se revela y que es absolutamente inimaginable.
Se trata de separarse tanto del superyó que empuja y dice: goza! como del que dice que no, ese superyó policial que mata en todos los tiempos. Para separarse de eso, hay que considerar las diferentes sustancias tóxicas, una por una, e inventar cuál sería la manera más interesante de reducir los daños que causa. Usted me había pasado un documento de trabajo redactado por un abogado y diputado brasilero, Marcos Rolim, sobre la reducción de daños. Esta perspectiva, que no es la de curar a la humanidad de estas sustancias o de abandonar a la humanidad a esos tóxicos sino la de reducir los daños, consuena con el psicoanálisis. El psicoanálisis no promete la curación absoluta del síntoma sino, ciertamente, la reducción de los daños, esto es, transformarlo en algo más vivible para el sujeto.

L.D.S.: ¿Los psicoanalistas debemos intervenir en los debates sobre la legalización de las drogas? ¿Qué opina sobre este punto tan complejo?

E.L.: La política obedece a la lógica de clases - está la clase de los que están con nosotros y está la clase de los que están en contra nuestro. Hace falta dos campos para  el enfrentamiento clausewitzien, hace falta dos campos en la lógica de clases y en el enfrentamiento político. La idea de discurso, según Lacan,  es una subversión de esta lógica.  Tocamos esta lógica, cuando nos acercamos a temas propios del malestar en la cultura, a fenómenos que tocan el goce, a lo que se llama en sociología y en periodismo “cuestiones de sociedad”.  Esto no quiere decir otra cosa más que nadie tiene las respuestas a estas cuestiones. Se las llama “cuestiones de sociedad” porque no tienen respuestas claras posibles. Son síntomas que dividen profundamente la política porque hacen aparecer la incapacidad para reducirlos. Estos síntomas insisten en la organización social en un tratamiento político según la lógica de campo. Eso escapa!
Sobre cuestiones como la gestación asistida, hay gente de izquierda que está en contra, hay gente de derecha que está en contra, hay de izquierda que está a favor, hay de derecha que está a favor, en el centro es parecido y sobre el abanico del tablero político, por ejemplo, esto se divide.
Se trata de que en nuestras intervenciones hagamos aparecer hasta qué punto la cosa no es reducible a una lógica de campo, a una lógica de clases. Hasta qué punto esta cuestión atraviesa, por sus aforismos, todos los discursos, el discurso del amo, la política, el discurso universitario, los saberes y las disciplinas universitarias. Es bastante frecuente que en la universidad, las personas no estén de acuerdo, y más aún en estas cuestiones. Y para lo que Lacan llamaba el discurso de la histeria,  una manera de interrogar un cierto estatuto de la reivindicación femenina en la sociedad, cosas así no son exactamente situables. Los síntomas de la sexuación no se pueden repartir, no se pueden hacer entrar fácilmente en una histerización de la cuestión del sexo.  
La legalización de las drogas es un tema que, en efecto, escapa a la clasificación entre campos. En la derecha, la primera revista, el primer think tank que se declaró a favor de la liberación de las drogas es el liberal “The Economist”. Al mismo tiempo tenemos gente de izquierda a favor de la liberación. Y tenemos gente de derecha que se opone, como el presidente Nixon que declaró la “War on drugs en 1971, con los fracasos que se constatan 40 años más tarde. Nuestro candidato a la presidencia de la república, François Hollande, pensaba en su programa legalizar la marihuana. Luego retrocedió diciendo que sería poner en peligro el estatuto de la prohibición. El mismo está dividido entre una cosa y la otra. Hay una gran corriente, entre los especialistas y los cuidadores, con sensibilidad de izquierda o de derecha, que están más bien a favor de la liberación. Al mismo tiempo, hay en la izquierda otra corriente que piensa que es aún demasiado Mayo del 68, demasiada liberación, que todo esto va contra la nueva moralidad de izquierda que hay que construir a contrapelo de las derivas de la sociedad. 
En Europa el estado de la cuestión es muy heterogéneo.  Es sorprendente ver, además, que actualmente en América Latina, que sufre particularmente el impacto de esta “guerra”, hay una demanda de liberación que atraviesa completamente los campos políticos. En el más alto nivel de Cartagena, el año pasado, el presidente de Guatemala fue el portador del pedido de reconsiderar esta cuestión, hombre de derecha perfectamente convencido, elegido por temas de la ley y el orden. Después de haber hablado con el presidente colombiano, quien es también un hombre de derecha sostenido por los americanos, los dos constataron el fracaso completo que produjo la prohibición. Los dos están preocupados por el estado actual de Méjico. Realmente estos presidentes no son gente de izquierda, es lo mínimo que se puede decir. Y no están menos preocupados por las consecuencias que produjo la prohibición de las drogas. Se repite exactamente lo pasó históricamente en el marco de la prohibición del alcohol en los años 20 en Estados Unidos. Produjo un caos social y un reforzamiento de todas las mafias, un gangsterismo que escapó a todo control social. Se necesitó de la construcción de aparatos de represión que no existían hasta entonces. Sin embargo, Estados Unidos superó las mafias cuando legalizó el alcohol.
La comisión latinoamericana de reflexión sobre este tema, compuesta por los ex presidentes de Méjico y de Brasil, comprende hombres como Fernando Enrique Cardoso, hombre de izquierda a favor de la legalización desde hace mucho tiempo. Así mismo, y esto es lo interesante, hay hombres de derecha como Vicente Fox, que también tienen la idea de que hay que pensar de otra manera. Es muy interesante para un psicoanalista porque se ve cómo los diferentes campos están atravesados por la tolerancia con respecto a la pulsión o bien por la impotencia de la prohibición. La actitud liberadora o prohibitiva está repartida en las sensibilidades políticas. Hay una izquierda moral así como hay una derecha austera.

L.D.S. : No hay otra práctica como el psicoanálisis de orientación lacaniana que permita un tratamiento de lo real, también de lo que se pone en juego con las adicciones. ¿Hay quienes no logran comprender esto o somos los psicoanalistas los que no terminamos de hacerles entender a los políticos que se preocupan por estas problemáticas? De lo que le planteaba en el punto anterior me surge una pregunta. ¿Hay realmente un interés serio por parte de los gobiernos de intervenir en este campo? ¿Qué les impide frenar algo que avanza día a día? ¿Es la imposibilidad, que como planteaba Freud, también se juega en el terreno de la política, o hay interese económicos demasiado poderosos?

E.L.: Estamos en un movimiento de la civilización en donde la única certidumbre viene de la ciencia, en donde la psiquiatría no existe más porque ha sido reducida a la neurología, y en donde todo lo que tiene que ver con los pasajes al acto se vuelve un gran enigma. Para tratar la cuestión de los tóxicos, la de los pasajes al acto o la de de los crímenes sexuales, será necesario en los próximos años reconstruir un aparato de pensamiento medico-legal que va a atravesar las fronteras de los ministerios. Vamos a asistir al conflicto de los ministerios, el ministerio de salud y el ministerio del interior, la medicina y la policía. Habrá, a la vez, colaboraciones y tensiones entre líneas muy diversas. Será necesario poder pensar esto más allá de la oposición entre las dos vertientes del superyó. Los psicoanalistas podrán ser útiles para dar mayor flexibilidad a las reflexiones, lo que no quiere decir tener la respuesta acerca de lo que hay que hacer. Nadie sabe cuál es el bien o cómo se obtiene el bien, ni de los sujetos ni de las sociedades. Es el objeto de una negociación democrática como tal sin la idea de que hay una respuesta fija de antemano. Lo que ha cambiado es las dificultades de gestión en las sociedades democráticas en la época que Lacan ha llamado la del “ascenso al cenit del objeto a” es decir, la época en donde de lo que se trata es de la cuestión del goce. No estamos más en el siglo XVIII en donde se hablaba de la búsqueda legítima de la felicidad. En el siglo XXI se trata de la búsqueda del goce que es un derecho legítimo. Este derecho legítimo al goce provoca consecuencias de las que no dejamos de descubrir la complejidad.

L.D.S. : ¿Que le diría a los psicoanalistas que se interesan en trabajar con este tipo de casos? ¿Porqué es necesario sostener semejante apuesta?

E.L. : En  la clínica psicoanalítica, los psicoanalistas tienen la experiencia de ver como los sujetos, uno por uno, pueden encontrar su propia solución, más allá de los grandes discursos identificatorios, del “prêt à porter” común que cada uno encuentra en la sociedad, en las identificaciones que le transmitió su familia, que le transmitió el destino. En la experiencia de la cura, el sujeto busca una solución viable en el ejercicio de su derecho al goce. Es justamente esta experiencia, lo que los psicoanalistas pueden transmitir a otras disciplinas, a otros discursos, para intentar flexibilizar las categorías comunes y volverlas apropiadas para alojar los impases del goce que se manifiestan en una dimensión totalmente inédita, en el siglo XXI.


                                                                            Traducción : Liliana Aguilar

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