UN “BARFLY” LLAMADO BUKOWSKI
“Si quieres saber dónde está Dios,
pregúntale a un borracho”.
Bukowski.
1- Mosca de bar.
La obra de Charles Bukowski ha sido definida como una literatura de riesgo, filosa. El lector que se arriesga en ella no sale indemne. Hemos aprendido de los errores como para suponer la esterilidad que implica pretender una suerte de análisis aplicado a una obra literaria, para recordarlo basta leer un trabajo de Francois Regnault: “Esas sandeces que pululan en los textos analíticos”, donde nos demuestra que en todo caso es la obra de arte la que se aplica al psicoanálisis y no a la inversa. Es en ese sentido que Bukowski nos puede enseñar lo que él sabe acerca de sus pasiones: el alcohol, los caballos y las mujeres; tendríamos que agregar un cuarto término: la literatura, en todo caso se trata del instrumento. Vale la pena, entonces, correr el riesgo.
Neeli Cherkovski, su biógrafo, nos comenta cómo Bukowski escribía, en general, sus obras de “ficción autobiográfica”: lo hacía rápidamente, a la velocidad que su máquina de escribir lo permitía, dejando que priven los elementos viscerales, sin procurar elaborar una obra literaria.
En la entrevista que le realizara Fernanda Pivano, que lleva el poético título de Lo que más me gusta es rascarme los sobacos, poético en el sentido que entiende el término nuestro escritor, él explica el porqué del título de su película Barfly. Se trata de una expresión norteamericana para dar cuenta de alguien que se sienta en el taburete de un bar desde que se despierta hasta que el bar cierra. En la barra suele haber cerveza que se vierte y moscas que zumban, revolotean, y se posan en la espuma. Un barfly es alguien que necesita para subsistir estar en el bar. Bukowski, al menos durante cinco años de su vida, se consideró una “mosca de bar”. No pensaba en trabajar o hacer dinero, sólo le interesaba estar sentado en el taburete de un bar, bebiendo.
2- Hijo de Satanás.
Hank, como lo llamaban sus amigos, sitúa a los cuatro o cinco años el momento donde comienza a mirar a su alrededor y comprender todo. Nos dice: “Yo tuve unos padres bastante terribles, y los padres forman la mayor parte de tu mundo. No tienes otra cosa”. Su mundo constaba entonces con la indiferencia materna y un padre frustrado por no poder encontrar empleo, que lo golpeaba violentamente cuando desobedecía. “Me hacía pagar a mí que el mundo no lo aceptara como él deseaba”. A Hank le parecía raro el sonido de sus voces, incluso sus manos le parecían raras, sus brazos como añadidos y ajenos al resto del cuerpo. Se preguntaba: “¿Podían ser aquellos dos seres realmente sus padres?”. En medio del misterio “empezaba a conocerse a si mismo a través de su rechazo a los otros”.
El abuelo Leonard era el patriarca del clan Bukowski. El día que lo llevaron a conocerlo su aliento olía a whisky; a Hank le agradó, pero sus padres no entraron a la casa, cuando preguntó el motivo de tal actitud, la respuesta fue “¡El abuelo bebe!”.
Solían contarle una historia que a Charles le gustaba acerca de su bisabuelo. Se trataba de un músico que iba de bar en bar tocando el violín y pasando su sombrero; invertía el dinero en cerveza. Lo echaban de un bar por armar bronca y se iba a otro y luego a otro. Se trataba, al igual que de Leonard Bukowski, de un bebedor, de un “barfly”. Hank se sentía más cerca de ellos que de su padre, pero reconocía que algo había tomado de éste: un punto de vista cínico sobre la vida. Tres herramientas le sirvieron para sustentarlo: la ironía, el silencio y el sarcasmo.
Bukowski comenzó a beber a los trece años, buscando un alivio en el aturdimiento del alcohol. Cuando llegaba borracho, el padre lo hacía dormir en el garage. Un día se reveló, derribó la puerta de la casa y lo golpeó. No sabemos si esto se ubica del lado de la ficción o de la autobiografía, lo cierto es que pasó a formar parte de la realidad de sus relatos. La opinión que tenía sobre su progenitor fue el patrón que le permitió hacerse una opinión sobre la sociedad. Se vislumbra cuando afirma: “El factor opresivo continúa como una sombra por encima de todo. Quiero decir que siempre hay un padre que intenta aplastarte y aniquilarte”.
Hank abandonaría la casa, pero volvería de tanto en tanto para someter a sus padres a su creciente locura alcohólica. Estos se molestaban cuando él llegaba, en particular luego de que decidieran decirles a los vecinos que había muerto en la guerra. Por aquella época comenzó a jugar con la idea de suicidio. Antes de darlo por muerto, le había sido negada la filiación: “¡Tú debes de ser Hijo de Satanás, tú no eres hijo mío!”. Negando su paternidad le había ofrecido el nombre para uno de sus relatos.
3- Mujeres.
Las mujeres fueron consideradas por mucho tiempo como un misterio. No se le ocurría que alguna pudiera llegar a quererle. Esto hacía que se refugiara en la escritura y en la gloria efímera de la intoxicación, apareciendo el alcohol, si bien no como una solución, al menos como un refugio construido en su desierto de mujeres.
Aunque siempre constituyeron un problema, desde que le estalló un furioso acné, las consideró como imposibles, fuera de su alcance. Con la fama las cosas cambiaron, pero no dejaba de sentirse en peligro. Se había expuesto en sus libros y lo conocían, pero no sabía nada de ellas. Se consideraba un verdadero jugador, pensaba que podría ser asesinado o, al menos, como lo señala en su libro Mujeres, “... podían cortarme las pelotas. Chinaski sin pelotas.Poema de amor de un eunuco”. Como vemos, las mujeres no implicaban cualquier peligro. En un poema, una le reprocha porque lo único que hace es beber, porque no le gustan otras cosas que no sean el alcohol y los caballos, y al final lo increpa: “... decime, ¿por qué tenés miedo de la concha de una mujer?”. En otro poema, resignado frente a la perentoriedad de las relaciones humanas, piensa que retornaría a las mujeres de su vida, aunque parezca que no existieran.
La relación de Bukowski con la bebida es tal que, como nos dice Freud, merecería ser tomada como modelo por muchos matrimonios. También se percató de que “A ninguna mujer le gusta quedar segunda ante una botella”.Pivano lo interrogó acerca de lo que hacía antes de ir con mujeres. La respuesta de Bukowski fue: “Bebía, sólo bebía”.
4- La senda del perdedor.
En una época se dedicó al vagabundeo. La mayor parte del tiempo deambulaba por ahí ebrio, enredándose en peleas, hasta que una úlcera sangrante lo llevó a consultar a un médico que le dijo que si seguía bebiendo moriría. La respuesta a esta advertencia merece ser tenida en cuenta por quienes realizan campañas preventivas con frases por el estilo: “«un trago más y muere». Vaya modo de hablarle a un suicida”. El encuentro con la muerte reafirmó su vocación literaria. No podía parar de escribir poemas, era como una “especie de locura”. Por otra parte Jane, su pareja de entonces, lo llevó por primera vez al hipódromo con la esperanza de que eso lo distrajera del alcohol. Pero el hipódromo, el frenesí de las apuestas, el acoso de la multitud, en realidad lo estimulaban a beber. Los caballos y el alcohol parecían ir unidos. Al igual que para Dostoievski, lo principal para él era el juego por el juego mismo, y no por el dinero. Dostoievski encontraba una satisfacción en el juego que nos es revelada por Freud: el autocastigo; tras caer en la miseria se insultaba, se humillaba ante su esposa para que ésta lo despreciara. Luego volvía al juego, pero esta tragicomedia lo llevaba a escribir. Su mujer, al percatarse de este ciclo, comprendió que, después de todo, la producción literaria que era resultante, era lo que podía salvarlos. Una vez calmado el sentimiento de culpabilidad, podía volver al trabajo y a cierto éxito.
Bukowski, en uno de sus poemas, nos brinda una perspectiva del asunto: “aprender a ganar es difícil / cualquier boludo puede ser un buen perdedor”. Por otra parte, según nos cuenta en los Escritos de un viejo indecente, a garrapateado en cajas de cartón durante borracheras de dos días: “Si no juegas, nunca ganarás”.¿Qué se puede ganar en el juego aunque se pierda? Hay una satisfacción sustitutiva. Freud nos dice: “El «vicio» del onanismo es sustituido por la manía del juego... Real y efectivamente la furia del juego es un equivalente de la antigua compulsión onanista...” Recordemos, por otra parte, la carta del 22 de diciembre de 1897, donde Freud llama al onanismo la “adicción primordial”, de la cual, las posteriores adicciones, resultarían un sustituto.
En La senda del perdedor Bukowski nos comenta cómo se inició en la bebida. Luego de vomitar, tuvo la impresión de que nunca se había sentido tan bien. Con el artificio de la bebida la vida parecía ser grandiosa, nada llegaría a afectarle, el hombre podía aspirar a la perfección. O al menos no darse cuenta de que la falta lo golpea constantemente, más de lo que lo había hecho su padre. “Era mejor que masturbarse”, nos dice.
Onanismo, alcohol y juego hacen una serie que se engarzan en la línea del autoerotismo, de un goce que no necesita pasar por el Otro. Pero intentando escapar de la falta, parece llevar irremediablemente por la senda del perdedor.
5- La actitud del hombre congelado.
Hemos trabajado el goce cínico vinculado a las toxicomanías. Fuimos cautelosos en aplicar esta posición en relación a los casos de alcoholismo. Pero hay que reconocer que cierto cinismo etílico parece destilarse de la escritura de Bukowski. Su respuesta no es la de un goce dionisíaco, así como su filosofía no es ajena a la sustentada por Diógenes. El también busca “Un hombre auténtico”, título de uno de sus relatos, como el filósofo cínico buscaba con su linterna un hombre verdadero en la oscuridad. En el escrito afirma: “Me gustan los hombres desesperados, los hombres con los dientes rotos y el cerebro roto... Me interesan más los pervertidos que los santos. Con los vagabundos consigo relajarme porque yo también soy un vagabundo. No me gustan las leyes, la moral, las religiones, las reglas. No me gusta dejarme moldear por la sociedad”.
Para Bukowski, su estilo de vida estaba directamente relacionado con el beber y variaba en la medida en que se limitaba a beber cosas diferentes. Por otra parte, se distingue muy claramente de un canalla, evitando hacer cosas que hace el Otro.
Por 1965 escribió un texto titulado: “Ensayo incoherente sobre la poesía y la puta vida escrito mientras me bebo un paquete de seis cervezas (grandes)”, considerado por su autor simplemente como el manifiesto de un borracho. Allí afirma que no quería ninguna parte de nada y recalca su deseo de poder escapar constantemente del sistema; para esto la solución es ahogarse deliberadamente en el vino. Observemos el rechazo de la dimensión fálica, del Otro, y el alcohol como recurso.
Para ser precisos con respecto a la posible posición del bebedor, debemos llamar las cosas por su nombre, es decir como la nombra Bukowski. Se trata de la Actitud del Hombre Congelado. Nos dice que su nacimiento como sujeto tiene que ver con ella. De esta forma procuraba evitar el sufrimiento, “...aunque el dolor era terrible, yo, yo mismo, me sentía completamente al margen de él. Quiero decir que, realmente, aquello no me interesaba; no significaba nada para mí. No tenía ningún lazo con mis padres y así no sentía que hubiese ninguna violación de amor o confianza o cariño”. Ante las cosas de la vida no tenía nada que decir, nada que hacer pasar por el significante, simplemente no le interesaba, estaba congelado, antes, después y siempre. Con esta actitud bebía todo lo que tenía por delante, sintiéndose perdido, cada vez más lejos de los demás, pero al menos no había nada doloroso en ello. Después viene esa historia que hemos relatado, esa confrontación que es resumida por Bukowski en los siguientes términos: “el perro se había revelado contra el amo”.
6- Se busca una mujer.
Una última cuestión acerca de algo que nos puede transmitir nuestro escritor sobre sus pasiones: el alcohol, los caballos y las mujeres. Hemos visto que existe cierta línea que los vincula, que también le han causado problemas a Bukowski; pero por otra parte nos da testimonio de que han sido recursos que le han otorgado cierta estabilidad. Tienen el valor de síntoma.
Con respecto al alcohol, basta con citar una frase: “Es mejor la resaca que el manicomio”. Del ritual de la peregrinación diaria al hipódromo ha planteado algo similar: “Tal vez no sea más que una adicción al juego... pero sea lo que sea, los caballos me han ayudado a mantenerme cuerdo”.
Finalmente, luego del agitado período que lo lleva a escribir Mujeres, su vida se ve estabilizada con Linda Beighler. Ella se convirtió en un ancla para Hank. Incluso, luego de contraer tuberculosis, con asombrosa facilidad dejó de beber. Linda le aportó un equilibrio a su vida, hasta su muerte.
Bibliografía General:
Bukowski, Ch., Escritos de un viejo indecente, Anagrama, Barcelona, 1995.
Regnault, F., Presentación de Lacan, Manantial, Buenos Aires, 1991.
Cherkovski, N., Hank. La vida de Charles Bukowski, Anagrama, Barcelona, 1993.
Bukowski, Ch., Hijo de Satanás, Anagrama, Barcelona, 1994.
Bukowski, Ch., Peleando a la contra, Anagrama, Barcelona, 1995.
Bukowski, Ch., 100 Poemas, Emptybeercan.
Bukowski, Ch., Cartero, Anagrama, Barcelona, 1993.
Bukowski. Ch., Lo que más me gusta es rascarme los sobacos, Anagrama, Barcelona, 1987.
Freud, S., “Dostoievski y el parricidio” (1928), O.C., Vol. XXI, Amorrortu, Buenos Aires, 1988.
Luis Darío Salamone
“Evitar el sufrimiento….”
ResponderEliminarEn un tramo del documental : "Charles Bukowski, born into this", éste cuenta sobre los latigazos de su padre desde el mismo lugar de la casa donde los recibía:
“bájate los pantalones y los calzoncillos. No recuerdo cuántos latigazos me pegaba, pero sí que eran fuertes... Por supuesto no paras de gritar especialmente cuando tienes 6, 7 años. Pero cuando iba para los 10, 11 o 12 años, fui gritando menos. En la última paliza que recibí no grité para nada. No hice ni un sonido. Y creo que eso le asustó, porque esa fue la última vez.”
Dirá en otro tramo que el padre le enseñó “el significado del dolor, del dolor sin sentido”. Quizás la única defensa a mano del pequeño Charles fue esa actitud del “niño congelado”…
Felicitaciones por el blog y muchísimas gracias por compartirlo! Un abrazo!
Una mujer, una rueda
ResponderEliminarponchada, una
enfermedad, un deseo; temores ante ti,
temores que puedes estudiar
como las piezas de un
tablero de ajedrez...
no son las cosas importantes las que
llevan a un hombre al
manicomio. Estate preparado para la muerte o para
el asesinato, el incesto, el robo, el incendio,
la inundación.
No, es la serie continua de pequeñas tragedias
lo que lleva a un hombre al
manicomio...
no es la muerte de su amor
sino el cordón de su zapato que se rompe cuando tiene prisa.
El horror de la vida.
es ese enjambre de trivialidades
lo que puede matar más deprisa que el cáncer
y siempre están ahí:
la matrícula del automóvil o los impuestos
o la licencia para conducir vencida
o los contratos o los despidos,
hacerlo tú o que te lo hagan, o
el estreñimiento
o las multas por exceso de velocidad,
polillas o grillos o ratitas o termitas o
cucarachas o moscas y
la tela metálica que se
ha roto,
o pasarse
o no llegar,
o el lavamanos tapado o la casera borracha,
al presidente no le importa y el gobernador
está loco.
El interruptor de la luz roto, o el colchón como
un puerco espín,
105 dólares por la puesta a punto, el carburador y la bomba de
gasolina en Sears Roebuck,
y el recibo del teléfono que sube y la Bolsa
que baja
y la cadena del baño que se ha
roto
y la instalación de la luz que se ha quemado,
la luz de la entrada, la luz del frente, la luz de atrás,
la luz del interior; está más
oscuro que el infierno y
es el doble de caro.
y además siempre hay ladillas y uñas que se encarnan
y gente que insiste que son
amigos tuyos;
siempre hay eso y cosas peores:
grifos que gotean, Cristo y la Navidad,
el salami azul, 9 días de lluvia,
50 centavos de aguacates
y embutido de hígado
morado.
O meterse
de camarera en Norm's con turno doble,
o de vaciador de
orinales,
o de lavacoches o de pinche de cocina
o de ladrón de bolsos de ancianas
que las deja gritando en la acera
con un brazo roto a la edad de
80 años.
De pronto 2 luces rojas en tu espejo retrovisor
y sangre en
la ropa interior;
dolor de muelas y 979 dólares por un puente
o 300 dólares por una muela
de oro,
y China y Rusia y Estados Unidos y
pelo largo y pelo corto y nada de
pelo y barba y sin rostro,
y muchos papeles de liar pero ninguna
hierba excepto tal vez la del jardín.
Con cada cordón de zapato que se rompe
de entre cien cordones de zapato que se rompen,
un hombre o una mujer o una
cosa
va a parar al
manicomio.
Así que ten cuidado
al agacharte.
Charles Bukowski.