CARLOS ROBLEDO PUCH: EL ÁNGEL CAÍDO

“Necesitaban crear un monstruo para tapar los problemas de la época. 
Me inventaron porque no había un Charles Manson criollo”. 
Carlos Robledo Puch

1- Una vida de película. 

Dicen que Carlos Robledo Puch está furioso. Él quería que su vida se refleje en una película. Pero que fuera dirigida por Martín Scorsese e interpretada por Leonardo di Caprio. Cuando se enteró que Luis y Sebastian Ortega tenían algo que ver en el proyecto de filmar una historia en torno a su vida dijo: “Estos tipos están locos, que carajo sabe Palito Ortega sobre mi vida, es como que yo haga una película del Club del Clan”. Era algo largamente esperado por él, pero pretendía escribir el guion, actuar y estar libre para ir a la entrega de los Oscar. Le hubiera gustado incluso filmar escenas como doble de riesgo, después de todo, dijo: “Nadie más que yo es capaz de hacer todo lo que yo hice”. Además le disgusta el cine de Pedro Almodóvar, uno de los productores, porque considera que hay muchos invertidos y no son gente decente. Luego del disgusto inicial envió una carta para que los nombres de sus padres no salgan en la película. 
“El ángel” es una película de Luis Ortega (1), "inspirada en hechos reales", que se apoya, tomando ciertas libertades narrativas, en el libro "El ángel negro: La feroz vida de Carlos Robledo Puch", de Rodolfo Palacios (libro tan atrapante como la película). Se trata de la historia de uno de los asesinos más conocidos de Argentina, condenado por once homicidios, una violación, dos raptos y diecisiete robos. Delitos realizados en solo once meses cuando contaba sólo con diecinueve años. Es probable que haya cometido otros crímenes, pero corrían años violentos en el pais y se le atribuían los delitos no resueltos a los terroristas.

2- El ángel cautivado por la muerte.

Tenía ocho años cuando se cayó de la bicicleta sobre las vías de un tren. La máquina logró detenerse a unos centímetros de sus pies. Fue la primera vez que Carlitos se enfrentó a la muerte. Cuando falleció su abuelo tenía 14 años, le encantó el “espectáculo” que implicó la ceremonia de cremación. No eran las llamas del fuego que hacían crepitar el cajón del viejo, lo que lo tenía cautivado era la muerte. El componente religioso alimentó la llama, su madre se acercó para consolarlo y puso en su boca palabras de Jesús: “Yo soy la Resurrección y la vida. El que cree en mi, aunque muera vivirá”. Él no estaba angustiado, se sentía maravillado. 
No le iría muy bien en el colegio, era un chico indisciplinado, pero en el Cervantes conocería a uno de sus socios, Jorge Antonio Ibáñez. “A los veinte años no se puede andar sin coche ni sin plata” le repetía a su amigo, y resolvieron a salir a robar. Comenzó una sociedad para el crimen hasta hasta el momento en que se separaron. Por accidente.  

3- El inconsciente y la responsabilidad. 

Hay varias licencias que se tomaron los realizadores de la película. El padre de "El Ángel", es un vendedor de aspiradoras que procura, sin éxito, ponerle límites a su hijo. El padre de Robledo Puch en verdad trabajaba como supervisor de General Motors y raramente estaba en su casa porque viajaba mucho. Es decir que trabajaba en relación a los autos, una de las cosas que precisamente más le gustaba robar a su hijo. La película logra que no nos detengamos en lo Lacan denomina críticamente una lectura ambientalista del padre. No se trata de que el padre sea normal, sino normativo. 
Más allá de las variaciones con fines narrativos se logra trasmitir lo que fue en la historia de la criminología el alma del que se conoce como “el ángel negro” o “de la muerte”, por tener la cara de niño y los rizos rubios de los querubines pintados al óleo durante el Renacimiento. 
Su madre en la película sabe que Carlitos trae cosas robadas, pero es tolerante y se muestra amorosa. La madre de Robledo Puch no se ocupaba demasiado de su hijo, siempre tenía cosas más importantes que hacer. Ni siquiera se preocuparon demasiado cuando repitió primer año. Su abuela en cambio le profesó un cariño que lo llevó a estudiar idiomas y piano, además la acompañaba los domingos a misa. 
En la película, "Carlitos" (Lorenzo Ferro) y Ramón Peralta (Chino Darín) se conocen en el nuevo colegio al que los padres de Robledo Puch mandan a su hijo. No tardan en hacerse amigos y socios para delinquir. Más allá de las diferencias de lo que se jugó en la vida real se consigue transmitir un entramado de complicidad en el goce que resulta convincente. Lo mismo que en la relación con Somoza. 
El comienzo del final es cuando con Héctor José Somoza fueron a robar a una ferretería industrial. Su compañero le disparó al sereno. Cuando Puch estaba abriendo la caja fuerte con un soplete su cómplice se acerca por detrás y le agarra el cuello con el brazo. Una broma. La reacción fue sorpresiva. Carlos le propina un codazo y le dispara a la cabeza. Luego rocía el cuerpo de Somoza con alcohol y le desfigura la cara y las huellas dactilares con el soplete que utilizaba para abrir la caja fuerte. Omite destruir su documento de identidad. Puch mataba a quien se le cruzara por el camino, aunque estuviera dormido, mataba por la espalda, pero ni con el soplete pudo evitar la autotraición que muchas veces forma parte de la naturaleza del crimen. Tema que trabaja Theodor Reik en su estupendo libro sobre Psicoanalisis del crimen. El criminal puede no saber sobre el goce que lo lleva a matar, pero desde el primer momento sella su destino. Como lo escribió Osvaldo Soriano en su excelente crónica: “Cuando mató al primer hombre, Robledo Puch ya se había aniquilado a sí mismo.”
Cuando los investigadores fueron a la casa de Somoza sus padres les dicen que salía a robar con Carlitos. Encuentran a Robledo Puch en la casa de su abuela. Luis Ortega, director de El Ángel dice que la existencia del mal se encuentra sellada vacío, no la podemos descifrar, por eso se inventó la pena de muerte, la cárcel, para pagar el dolor con dolor. 
Puch iría a la cárcel. Su escape serviría para alimentar su leyenda. Le daría más cámara para que todos se pregunten cómo ese chico de clase media y hermoso podía haber cometido esos crímenes. Despejando la función de lo bello Lacan nos permite captar lo que se juega más allá de esa barrera. 

4 - El inefable goce criminal. 

Jacques Lacan se refiere al análisis del caso de Madame Lefebvre. Marie Bonaparte fue convocada por los tribunales franceses para estudiar el caso como psicoanalista, cuando aún no habían surgido los peritajes psicológicos. En 1927 viajaba la señora Lefebvre de sesenta años con su hijo y su esposa, ella sacó un arma sin motivo aparente y le tiró un tiro a la nuera en la cabeza. Cuando se enteró que ella estaba embarazada compró un revólver para la ocasión. La mató a sangre fría y nunca dio muestras de arrepentimiento. Se la condenó a pena de muerte, ella lo consideraba injusto, pero estaba tranquila, luego se cambió la condena a cadena perpetua. Lacan nos dice al respecto algo que puede aplicarse a Robledo Puch: “la estructura mórbida del crimen o de los delitos es evidente, y su carácter forzado en la ejecución, su estereotipia cuando se repiten, el estilo provocante de la defensa o de la confesión, la incomprensibilidad de los motivos: todo confirma la "compulsión por una fuerza a la que el sujeto no ha podido resistir", y los jueces en todos estos casos han concluido en éste sentido”. Más allá de que estas conductas puedan volverse claras a la luz de una interpretación edípica, de la importancia que pueda tener un análisis simbólico de la situación, Lacan nos dice que: “Su estructura psicopatológica no radica en la situación criminal que expresan, sino en el modo irreal de esa expresión.”
Lacan plantea que en las confesiones de ese inefable goce criminal se mide el poder de un hedonismo que nos permiten meternos en las relaciones ambiguas entre el placer y la realidad.
Si algo aprendimos de Freud es que la responsabilidad tiene que ver con el acto. La punición infligida como la noción de superyó nos permiten captar lo que implica la autopunición. La responsabilidad no pasa por el reconocimiento o la toma de conciencia, sino por un castigo que es motorizado desde el inconsciente. El criminal puede no preguntarse por su acto; él mismo es la respuesta. 
Por eso Robledo Puch, en los términos que Miller lo plantea en “Patología de la ética”, “no acepta ser un acusado en el nivel inconsciente”.
Puch hizo gala de una gran ironía ante el juez. Cuando le preguntó porqué había matado a sus víctimas estando dormidas, le respondió: “¿Qué quiere, que los despierte? 
Al igual que cuando le preguntaron porqué a Somoza lo mata de un tiro y luego lo remata. Él contesta: “¿Qué quiere, que lo deje sufrir? Si era mi amigo.”
Sus últimas palabras, antes de retirarse de la sala para cumplir su condena, fueron tan intimidantes como lo fue su derrotero: “Esto es un circo romano. Cuando salga los voy a matar a todos.” 
Lleva en prisión más de cuarenta y seis años. La cadena perpetua en esta caso hace honor a su nombre. 



NOTAS:
“El Ángel” (2018), es una película dirigida por Luís Ortega. Lorenzo Ferro actúa como Robledo Puch y participan, entre otros, el Chino Darín, Cecilia Roth, Peter Lanzani, Luís Gnecco, Mercedes Morán y Daniel Fanego.

BIBLIOGRAFIA:  

Canaletti, Ricardo. Robledo Puch, alma negra. Sudamericana. Buenos Aires, 2917. 
Freud, Sigmund. El malestar en la cultura. Obras Completas XXI. Amorrortu. Buenos Aires, 1994. 
Lacan, Jacques. Introducción teórica a las funciones del psicoanalisis en criminología. En Escritos 1. Siglo XXI. Buenos Aires, 1985. 
Lacan, Jacques. Seminario 7. La ética del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires, 1988. 
Miller, Jacques-Alain. Patología de la ética. En Lógicas de la vida amorosa. Manantial. Buenos Aires, 2009. 
Palacios, Rodolfo. El Ángel negro. La feroz vida de Carlos Robledo Puch. Sudamericana. Buenos Aires, 2017.
Reik, Theodor. Psicoanálisis del crimen. Horme. Buenos Aires, 1965. 
Soriano, Osvaldo. artistas, locos y criminales. Seix Barral Buenos Aires, 2015. 
Tendlarz, Sílvia Elena - García, Carlos Dante. ¿A quien mata el asesino? Paidós. Buenos Aires, 2008. 


Luis Darío Salamone

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