LA FUNCIÓN DE LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES
                                                                                                                        
1- Una mecanización de la técnica.

Freud nos habló de un "ensayo previo" necesario antes de la entrada en análisis. Lacan propuso lo que conocemos como entrevistas preliminares. Entrevistas que serán preliminares en la medida en que haya un franqueamiento de ese "liminare", que en latín significa "umbral". Entre Freud y Lacan sabemos que los analistas reunidos en un inmenso mosaico surrealista, con teorías absolutamente contradictorias, se ponían de acuer­do en como aplicarlas. A esto lo llamaban encuadre analítico. Tres entrevistas alcanzaban para decidir dar la visa a alguien que pidiera un análisis y hacerle saber como debía comportarse en el país psicoanalítico. Con reglas muy precisas puestas por el analista. Cuando debía llegar, irse, como debía manejarse con el dinero, con el idioma, con el trato hacia el otro. Se acomoda­ba dócilmente a eso, o podía irse a visitar otro conti­nente.  
A partir de la intervención realizada por Jacques Lacan ha cambiado de una manera decisiva el psicoanálisis. Sin embargo sigue siendo freudiano. Lo podemos comprobar incluso en los textos más desgastados como pueden ser los llamados "téc­nicos", ya que Lacan intervino fuertemente en la técnica adoptada desde Freud. De más está aclarar que esta técnica es el correlato de la formalización concep­tual del psicoanálisis.
Encontramos algunos puntos que merecen ser tratados críticamente en algunos textos de Freud (sabemos que no pretenden tomarse como una Biblia), un ejemplo de esto es "Sobre la iniciación del trata­mien­to", sobre todo en los criterios de selección del paciente. Teniendo en cuenta de que nos encontramos en 1913 y con un dispo­sitivo construido a partir del trabajo con neuróticos. Sin embargo hay muchas cosas a rescatar. Freud habla de sim­ples consejos, lejos de pretender cuestiones incondicionalmen­te obligatorias. Subraya que la realidad subjetiva se opone a una mecanización de la técnica. Cómo llamar a los criterios que habían sino adop­tados para la entrada de un análisis si no es de esta forma: una mecanización de la técnica.
Para nosotros, como lo plantea siempre Miller, las cues­tiones técnicas son cuestiones éticas. No vamos a encontrar un "modo lacaniano" de llevar adelante un análisis, un modo laca­niano de realizar las entrevistas preliminares, a diferen­cia de la IPA no tenemos patrones, sin embargo tenemos princi­pios, y dichos principios podemos y necesitamos formalizarlos.

2- La lógica del ajedrez.

Cuántas veces se ha vuelto a la metáfora por Freud em­plea­da en este texto. Me refiero a la del Ajedrez. Donde sólo las aper­turas y los finales permiten una exposición sistemáti­ca, mientras que las movidas del medio pueden resultar tan infini­tas como las decisiones de los jugadores. Esta metáfora es de suma precisión, no por el lugar que ambos jugadores ocupan, ya que mantienen una competencia, una rivalidad, sino por la lógica implícita en cada movimiento. Donde se cuenta con una pieza determinada, con un valor y un movimiento parti­cular posible, casi como los significante de los que dispone­mos. El psicoanálisis fue calificado por Freud como un "juego lógico", y en Occidente uno de los juegos más lógicos es el ajedrez, que consiste en la revelación progre­siva de las estrategias de los jugadores.
Como se empiece una partida puede resultar decisivo para el transcurso de la misma, pero además para el final del juego. Es más, si se comenten ciertos errores, la partida puede tener un final abrupto. En una par de jugadas desafortu­nadas la partida se puede ver interrumpida en lo que se conoce como "Jaque mate del loco".
Voy entonces a comentarles cuales son las cuestiones que para mí se juegan de entrada. Como en el ajedrez se trata de armar las condiciones que permiten el juego. Desplegando la potencialidad de las piezas, con la prudencia necesaria para que estas no desaparezcan del tablero, sin embargo hay que tomar decisiones, no se pueden dejar de hacer los movimientos. Al menos uno por sesión siempre se hace: el corte. Hay que estar atentos a los movi­mientos del otro, sus posi­bles errores, aquello de que adolece y padecerá en el juego, podríamos decir su síntoma, como se rela­ciona con los movimien­tos que le presentan, es decir con el Otro.
Las metáforas nos condenan, vamos a encontrar muchos puntos críticos, pero intentamos apuntar a cierta lógica. Poniendo entre paréntesis que la alteridad propuesta por un analista es radicalmente otra.
Podemos empezar por la cuestión del diagnóstico pero sin aislarlo de otros elementos, lo que  llevaría a que el analista intervenga de una manera desafortunada, sin tener en cuenta lo que en verdad se pone en juego, que es lo que Guy Trobas llama una "elabo­ración subjetiva". Lo menciona como siendo preci­samente lo que se descarta a partir de la propues­ta de un encuadre. 
Aislar una de las cuestiones a tener en cuenta hace que se desbarate la lógica en juego. Uno no puede preocuparse por el diagnóstico solamente, intentado que aparezcan indices seguros inmediatamente, realizando intervenciones desatinadas. Importa, es verdad, la elaboración subjetiva, lo cual nos permitirá confirmar el diagnóstico que podemos a veces presu­mir de entrada, o a veces no, pero esa construcción, en todo caso, lo permitirá. ¿Como se logra esa elaboración subjetiva?

3- La envoltura formal del síntoma.

Hablé en esa metáfora del ajedrez, afortunada y desafor­tu­nada a la vez, de las fallas que al sujeto harán sufrir. Eso porque, de alguna forma, nos evoca al síntoma.
Hay un texto de Miller que se llama "Reflexiones sobre la envoltura formal del síntoma". Es por el síntoma por donde el sujeto muestra sus "fallas", el síntoma perturba, altera la armonía, hasta llegar a destruirla. Es como una sinfonía que se ve alterada por cierta disonancia, como una jugada desafor­tunada en el armonioso tablero del ajedrez, una jugada que al sujeto le costará cara. El síntoma se vincula con esa disarmo­nía llamada castración, o si lo prefieren resulta armónico con la castración.
Se que cometo un riego al tomar esta expresión y desli­zarla de contexto, algo similar a lo realizado por Miller cuando la toma de Lacan. Pero una de las cuestiones a conseguir en las entrevistas prelimi­nares es la elaboración de una envoltura formal del síntoma. Es una forma de hablar del síntoma analítico. Ese síntoma que pasa de ser conside­rado un mensaje a ser una manera de gozar. Y de lo que se trata cuando uno va a comenzar su análisis es de formalizar aquello de lo cual se padece. El sujeto sufre, padece, pero encuentra allí su satisfacción.
Al hablar de envoltura formal se plantea algo que está envuel­to: la materia gozante, lo que lo envuel­ve es el significante. Se trata de los significantes que se articu­lan a ese sufrimiento. Dicho de una forma simple hay que determinar cómo el sujeto nombra su padecer.
Como lo plantea Eric Laurent se trata de instalar en las entrevistas preliminares un espacio donde la verdad sea la causa, y esta verdad tiene que ser en principio nombrada a través de los síntomas. El síntoma analítico llevado a su extre­mo de máxima pureza no es otra cosa que un significante que insiste y que nos trae algo del sufrimiento del sujeto. Aislar tal cuestión será lo que permitirá que la cosa no gire en falso. Por lo tanto es una de las cuestiones a tener en cuenta en las entre­vistas preliminares. De nada sirve apelar a un contrato profesional, sellar una alianza terapéutica,  dirigirse a la parte sana del yo para aliarnos a ella. Para Lacan la cuestión de que el sujeto decida realizar un análisis se juega a otro nivel, el consentimiento del sujeto está al nivel de una verdad que llamamos síntoma.

4- La puesta a punto de la transferencia.
¿Cómo se relaciona el jugador de ajedrez con los movimien­tos del otro?  Se puede ver en sus cambios de estrategias, en sus vacilaciones. Se elige entre un número limitado de jugadas que son las posibles, la estrategia del otro puede tornarse transparente y anticiparse, modelar los movimientos, calcular. Sería la tercer cuestión central a tener en cuenta
¿Porqué se elige a un analista? La cuestión puede estar vinculada al ideal, positivamente o negativamente. Una mujer no necesariamente va a buscar una imagen paterna o materna, puede elegir a una mujer porque supone que ella sabe hacer con la feminidad. Un hombre puede elegir a otro a por una identificación al ideal. Pero también se dan las elecciones a partir de lo inverso del ideal, elegir a alguien por ejemplo porque le parece un tonto. Hay quienes necesitan que el futuro analista esté castrado, que tenga un defecto físico o de inteligencia, o bien moral, alguien me dijo que había elegido a su analista porque tenía cara de perverso. Como ven se trata de condicio­nes que se pueden jugar de entrada, a igual que en el caso de una elección amorosa. A partir de esto lo que importará es que se instale la transferencia simbólica. En ese punto el analista pierde sus particularidades, se haya despojado. Cuanto más se trabaje en esa dirección más podrá ocupar ese lugar "cualquiera" que estará destinado a ocupar en la transferencia. Vemos clara­mente como la posición del analista se juega de entrada.
Si Freud se reservaba el derecho de interpretar hasta el momento en que la trasferencia estuviera establecida, por el contrario vamos a afirmar que va a ser la primera interpreta­ción fuerte, digo fuerte en el sentido de que la posición subjetiva se va a encontrar conmovida, la que provoque la instalación de la transferencia en su dimensión simbólica. Miller a esto lo llama interpretación primaria. Lo que se conformara es el Sujeto Supuesto al Saber. Entonces traspasa­remos el umbral de ese análisis.

5- La rectificación subjetiva.

Lacan nos habla en "La dirección de la cura" de "signifi­cación subjetiva", lo que estaba del lado de lo imaginario, de la realidad, pasa a ser considerado en lo simbólico. Al hablar de "rectificación subjetiva" de lo que se trata es de la vinculación del sujeto con el Otro. Conocemos el intento de Freud con Dora, el apuntar a qué parte le tocaba en el desorden del cual se quejaba. Se pasa de quejarse de los otros a que­jarse de sí mismo. Se trata enton­ces de escuchar las quejas del sujeto para que este pueda percibir el vacío, el sin-sentido en torno al cual gira su acción. La rectificación subjetiva es una manera de llamar a lo que antes había denomi­nado como "implicación subjetiva". Alguien busca a un analista para traerle sus quejas, sus identificaciones alienantes, sus significantes amos que lo determinan sin haberse percatado de ello, lo que logramos es que toda esa tormenta que lo lleva a padecer se juegue al nivel de lo simbólico, a partir de allí pasará a percibir ese vacío central. Laurent dice que impli­carlo significa reenviarlo a una experiencia primitiva, "tra­tamos de despertar lo que queda en él como huella de su rela­ción primitiva con esta falta de objeto".
Se trata de un encrucijada ética. El sujeto se torna res­ponsable de lo que le pasa. Un sujeto ético es precisamente alguien que se hace responsable tanto de lo que hace como de lo que dice. No es exagerado decir que en las entre­vistas preliminares el analista realiza un operación ética. Es verdad que todo el análisis lo es. Desde el princi­pio hasta el final. Pero de entrada es cuando se produce ese sujeto ético. Al final del análisis eso se verá llevado a un extremo. 

6- El diagnóstico preliminar.

Miller plantea que el analista cuando recibe una demanda se demora un tiempo en avalarla, las razones para hacerlo deben estar precisadas. Entonces nos habla de "Avaluación clínica", allí lo que se juega es el diagnóstico preliminar. Tiene que, de manera previa, concluir algo con respecto a la estructura clínica de quien consulta. Para tener claro si se trata de una neurosis, una psicosis o una perversión. No existe la posibilidad de que alguien esté pivoteando entre dos estructuras. El término "bordeline" que la psiquiatría utiliza no sirve para otra cosa que para designar la impotencia del clínico para realizar un diagnóstico.
En ocasiones realizar el diagnóstico no resulta sencillo, pero el analista se forma para  realizarlo, por ejemplo en los casos de un sujeto psicótico que no está desencadenado. En lo que se conoce como prepsicosis. O en lo que desde hace un tiempo conocemos como psicosis ordinarias. Lacan decía que no hay nada más parecido a un neurótico que un sujeto psicótico sin desen­cadenar. Sin embargo un analista tiene que estar capacitado de reconocer a la prepsicosis. Simplemente porque aplicar la técnica que uno utiliza en la neurosis puede llevar a que el sujeto desencadene. Es bueno tener en cuenta un concepto de Baltazar Gracián: la prudencia;pero no se trata de la incapacidad para tomar decisiones del obsesivo, por el contrario se trata de la prudencia que acompaña cada acto. Alguien imprudente no resulta recomendable para operar como analista, alguien que no puede tomar decisiones tampo­co.
Hay que decir que la cuestión del diagnóstico en el psicoanálisis no debe confundirse con el diagnóstico psiquiá­trico, tanto en su apreciación como en su utilización. El diagnóstico psiquiátrico pretende fundarse en una supuesta objetividad. En la psiquiatría acostumbra a pasar lo mismo que sucede con el encuadre, es algo del orden de la mecanización. Pero el diagnóstico en psicoanálisis no es mecanicista. El diagnóstico se constituye no en la objetividad, sino en el nivel del sujeto.
Freud lo plantea claramente en "Sobre la iniciación del tratamiento". El período de prueba que se da en la iniciación del tratamiento tiene "una motivación diagnóstica". Freud pone en tela de juicio que la cosa resulte fácil. Dice que hay psiquiatras que rara vez vacilan en reali­zar un diagnóstico diferencial, simplemente porque se equivocan con la misma frecuencia. Plantea que un error en nuestro caso podría resulta funesto.
Miller comenta una anécdota protagonizada por Winni­cott. Había un grupo de jesuitas ingle­ses al que les interesa­ban el psicoanálisis. Ellos le pregunta­ron a Winnicott cuando se debía enviar un paciente al hospital psiquiátrico y cuando conservarlo. La respuesta de Winnicott fue contundente: "Si lo aborrece envíelo al hospital psiquiá­trico, en caso contrario consérvelo". No es un chiste, o en todo caso da cuenta de una posición ética. Posición fundada en que las decisiones se toman a partir de lo contratransferencial. Llama la atención como es que las reacciones del analista pasan a formar parte de la estructura clínica del paciente. Esto afecta hasta en el diagnóstico, cuantos pueden terminan internados en un Hospital psiquiátrico siguiendo este consejo. Lacan le hubiera dado otra respuesta a los jesuitas. Le hubiera dicho que el analis­ta puede sentir lo que quiera pero que no tiene derecho de lle­varlo a la transferencia, o a la clínica, si ésta no está instalada, y que se trata de leer en lo que el sujeto dice. Si consulta a un analista es porque busca a alguien que lo escu­che, no a alguien que lo aborrezca y lo mande a internar. No alcanza con tener cierta flexibilidad con relación al deseo del Otro para ser analista, más allá de que esto pueda ayudar a alguien. Como decía Jaspers uno puede usar zapatos, pero esto no le alcanza para ser zapatero.
Hay una forma muy precisa de diagnosticar una psicosis. Y es encontrarnos con los llamados fenómenos elementales. Estos fenómenos elementales pueden encontrarse antes de que un sujeto psicótico desencadene. Es decir que la presencia de los mismos son determinantes como para que diagnostiquemos de prepsicosis a alguien que no llega luego de un brote, alguien en el cual podemos encontrar ciertos enunciados que nos resul­tan sospechosos. Incluso puede ocurrir que el sujeto que nos llega no presente estos fenómenos elementales, pero sin embar­go, estos ocuparon un lugar en su pasado. Entonces nos relata que en determinada época de su vida le ocurrió tal cosa, y nos da cuenta como un fenómeno elemental tuvo una inci­den­cia en su vida.
Por un lado tenemos los FENÓMENOS DE AUTOMATISMO MENTAL. Lacan aprendió a reconocerlos a partir de la enseñanza de quien llamara "su maestro" Clerembault, si bien los tomó de una forma diferente. Dis­cur­sos de otros, voces, irrumpen en la más íntima esfera psíqui­ca. Por ejemplo, la cabeza comienza a hablarle al sujeto, le da órdenes. Estas cuestiones, evidentes en los momentos deliran­tes pueden encontrarse en determinados momentos, de la infancia por ejemplo, para quedar ocultos más tarde. Se trata de traba­jar esos momentos para discernir que es lo que se juega. 
Están también los FENÓMENOS QUE CONCIERNEN AL CUERPO. Fenómenos de descomposición, despedazamiento, extrañeza con respecto al propio cuerpo. Un órgano, como el corazón se les cae hasta la rodilla, y no es una metáfora. Temporal y espa­cialmente se presentan fenómenos extraños.
Tenemos FENÓMENOS QUE CONCIERNEN AL SENTIDO Y A LA VER­DAD. El sujeto relata experiencias que resultan inefables, pero no se trata de las experiencias propias de los místicos. Son de certezas absolutas, pero particularmente con respecto a la identidad, a la hostilidad de un extraño, es lo que se denomina significación personal. A su alrededor el sujeto lee signos que están destinados exclusivamente a él, pero la significación que estos poseen le resulta enigmática. 
Miller ordena los fenómenos elementales en estas series pero se encuentra con una encrucijada. Se trata de cuestiones que pueden encontrarse poco claramente delimitadas y que nos pueden llevar a plantearnos un diagnóstico diferencial entre psicosis e histeria. Sabemos que es en el cuerpo donde suele jugarse la problemática histérica, que su cuerpo incluso puede llegar a ser tomado por otro. Se tratará entonces de ver el valor de esos fenómenos, qué lugar o no pueden ocupar en la trama edípica,  como ser retorno de lo reprimido en los casos de histeria. Por otra parte las mujeres pueden tener experiencias de las cuales no puedan dar cuenta, y esto no implica que sean psicóticas, aunque si locas. Lacan decía que lo estaban, pero a la vez, que no lo estaban en absoluto. Lo que sucede es que pueden relacionarse con un goce que resulta inexpresable. Esto no nos habla necesariamente de psicosis. 
En las mujeres por un lado tenemos esa posibilidad de un goce no regula­do y por el otro, si son histéricas, esa rela­ción tan fuerte con el deseo del Otro. Lo que hace incluso, esto lo he verificado clínicamente en más de una oportunidad, que así como son capaces de tomar prestados síntomas obsesi­vos, puedan tomar prestados síntomas psicóticos de un familiar o un amigo. Así como la famosa "obsesión del ama de casa" que Freud atribuye a muchas pacientes suyas o a la madre de Dora, puede tratarse del contagio histérico del síntoma del marido. Es decir que cuando una histérica se junta con un obsesivo puede tener rasgos obsesivos, y preocuparse por limpiar la casa, también puede tomar por ejemplo rasgos de una tía loca, con la cual se identifica. 
Otro punto a diferenciar son las alucinaciones, un sujeto histérico puede tenerlas, pero tienen casi la es­truc­tura de un sueño, pueden ser interpretadas. Por otra parte la posición subjetiva de la histeria frente a sus alucina­ciones es absolutamente diferente a la de la psicosis. El psicótico podrá tener una nebulosa en todo lo que concierne a su vida, pero con respecto a la alucinación hay un punto de certeza. Lacan define a esa certeza como radical. Por más que el sujeto histérico pretenda presentar algo de eso basta con hacerlo hablar para que la cosa tamba­lee. Entonces el analista, si comprueba que se trata de una alucinación histérica, tiene que procurar no darle consistencia discursiva. Así como un neurótico puede soñar para beneplácito de su analista, puede también alucinar si esto resultara de su agrado, la histeria es sensible al interés del analista, es su manera de responder al deseo del Otro.
La especificidad del delirium en la neurosis es que tiene relación con que el retorno de lo reprimido provoca la vacila­ción del fantasma. Por eso Jean-Claude Maleval dice que se asemeja a una pesadilla diurna. 
También puede encontrarse una dificultad diagnóstica entre la psicosis y la obsesión. El obsesivo tiene un yo fuerte que le permite resistir un largo tiempo. Suele demorar­se en realizar una consulta y llegar en crisis, entonces nos traerá rasgos que en apariencia son psicóticos. Podemos obser­varlo en el caso del Hombre de las ratas. Freud menciona en varias oportunidades la cuestión deliriosa que presentaba. Si bien en las notas originales se refiere a la "forma deliriosa del argumento". Sin embargo a lo largo del análisis esas cues­tiones bizarras van encontrando su lugar, en la trama edípica y en el desarrollo mismo del análisis y, pese a la gravedad del caso, no dudamos en que se trata de un neurótico obsesivo.
El índice más seguro para plantear un diagnóstico de psicosis que no deje lugar a dudas debemos buscarlo en lo que Freud llamó "numerosas alteraciones del lenguaje". La forma más clara de irrupción son los NEOLOGISMOS, otra forma, no tan frecuente son los "ritornellos" o ESTRIBILLOS. Se trata de esas palabras como las que encontramos en las Memorias de Schreber que constituyen su "lengua fundamental". El "seelen­mord", el "almici­dio" por ejemplo, que más allá del sentido que le podemos dar desde nuestra neurosis, para Schreber no lo tenía en absoluto, procura describir de que se trata, pero en verdad no puede hacerlo. Lo presenta como completamente enig­mático. No hay una significación que se enganche al neolo­gis­mo. Lacan en el seminario sobre "Las psicosis" pone un ejemplo extraído de una presentación de enfermos, dice que el lenguaje cobra un sabor particular, ciertas palabras cobran un énfasis especial, una densidad y le da un carácter neológico. Como una palabra pronunciada por una enferma: "galopinar". Se trata de palabras claves, originales, plenas, inefables, es una signi­ficación que remite sólo a sí misma. Hay dos fenómenos donde se dibuja el neologismo: la intuición y la fórmula. La intui­ción delirante es un fenómeno pleno, que colma al sujeto, le revela una perspectiva nueva, como aquella a la que se intro­dujo Schreber por la lengua fundamental. El estribillo es una forma que se repite, que machaca con insistencia estereotipa­da. Lo importante es que se detiene la significación. Lacan dice que son "una especie de plomada en la red del discurso del sujeto." 
Con respecto a los neologismos no hay que pensar que se trata siempre de palabras inven­tadas. Como no toda palabra inventada es un neologismo. Hay neologismo semánticos que llaman la atención por la inusual inflexión del término, por su uso inapropiado. La densidad de los neologismos pueden absorber los temas que quedan a su alcance. Por eso Maleval los compara a los agujeros negros de los astrónomos. Reciente­mente en el Master en Psicoanálisis hemos discutido un caso clínico de alguien que irrunpía en medio de una ceremonia religiosa cristiana, el casamiento de su hermana, a hablar en lenguas en el momento en que se rezaba el Padre Nuestro. Se trata de lo que se conoce como glosolalias. Se trataba de una paciente histérica, pero trabajamos el riesgo de confundir este hablar en lenguas con un encadenamiento de neologismos psicóticos, sin embargo se trataba de un "laleo", así lo definía el sujeto. Cuando se dan en las neurosis ocurre que el contenido de tales producciones es tan borroso que no resulta reproducible, el sujeto no puede repetir dichos enun­ciados al otro día. Esta chica tenía una amiga que era pente­costal y que le había contado acerca de esta práctica que son frecuentes en las celebraciones de dicha iglesia. 
Se trata de estar capacitado para descubrir la certeza deli­rante que se juegue esta donde lo haga. Lacan pone el ejemplo del fenómeno de los celos. El neurótico persigue a su mujer hasta la puerta del hotel en el cual entra con otro y es capaz de dudar "¿me estará traicionando?". El psicótico no necesita una referencia real, no necesita pruebas, ya le han llegado. Deja un minuto a su mujer sola en la cama para buscar un vaso de agua y al regresar tiene la certeza de que ha estado con otro hombre
Otra cuestión a tener en cuenta es la diferencia entre psicosis y perversión. Rasgos de perversión encontramos en cualquier estructura y deben diferenciarse de las mismas. Una conducta perversa no determina una estructura. El empuje a la mujer en la psicosis puede llevarnos a confusiones, es conve­niente aislar su mecanismo. Se acostumbra a decir que resulta poco frecuente que un perverso consulte, ocurre que ya sabe todo lo que hay que saber sobre el goce. Por otra parte no tiene el mínimo interés de rendirle cuentas al Otro. 
Lacan plantea algo llamativo, tomando en cuenta casi lo que en la psiquiatría clásica se llamaban síntomas negativos, es decir los síntomas que no aparecen en una enfermedad, dice que cuando no aparecen las cuestiones típicas de las neurosis debemos sospechar una prepsicosis. Sólo se trata de sospechar, y de buscar las cuestiones que nos permitan una verificación. Si no aparece el deseo insatisfecho, o impotente, debemos ser prudentes y ver si aparecen índices claros de neurosis o de psicosis. La neurosis no hay buscarla por los síntomas. Hablamos del trabajo a hacer en la formalización del síntoma, pero no en tomar un síntoma para el diagnóstico. La neurosis debemos leerla en el plano del deseo, de la relación con el falo, es decir las insatisfacciones, de la relación con el Otro; es clásico el no encontrar un lugar en el Otro que resulta de la neurosis, o el buscar una Otra, tan típico de la histeria, debemos leerla a partir de esa preguntas fundamenta­les que surgen cuando el sujeto se ve enfrentado al Otro, preguntas por la feminidad o la existencia, ya sea que hable­mos de histeria u obsesión. No sólo la mujer histérica, el hombre histérico también se pregunta "¿Qué es ser una mujer?". Me lo probó un paciente peluquero de mujeres que había encon­trado la fórmula mágica para lidiar con la insatisfacción femenina, el principal problema en su trabajo. Al terminar de peinarla enfrentaba a su clienta al espejo y le decía "Querida, sos Otra". El conocía la estructura histérica y logró hacer fama y dinero gracias a eso. 

7- Un sujeto ético.

Me he detenido algo más en la cuestión del diagnóstico, pero todos los puntos subrayados hacen a cómo tenemos que pensar la lógica de las entrevistas preliminares. Vamos a plantear para resumir algo que dice Miller: "La prime­ra incidencia clínica de la ética del psicoanálisis es el propio sujeto". Antes teníamos a alguien, si era neurótico, angustiado, preocupado por sus síntomas, después de las entre­vistas preliminares encontramos a alguien que se hace respon­sable por lo que ha hecho con su vida, por lo que dice en la sesiones, es decir un sujeto ético. No se trata de investigar para ver que estructura tenemos, se opera un cambio en la posi­ción subjetiva, si hay una rectificación subjetiva es porque la persona que llega a consultarnos se transforma en un sujeto que se percata de la responsabilidad esencial que tiene en lo que le ocurre. Y para abrir el espacio analítico lo esencial es el sujeto.
                          

Luis Darío Sala­mone





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